Terapia Familiar

Entre las instituciones que conforman la sociedad, la familia, por ser el primer entorno social del ser humano, es una de más importantes. Como dijo el cardenal Pietro Parolin, en el 12do. Congreso Mundial sobre la Familia, celebrado del 13 al 16 de septiembre de 2018 en Chisinau, Moldavia:


«…..La familia tiene características únicas que la convierten en el ladrillo fundamental de toda sociedad. Es una comunidad de amor y vida donde las diferencias humanas fundamentales, entre los sexos y a través de las generaciones, promueven el crecimiento y desarrollo mutuo. Es por eso que debemos afirmar claramente que la familia contribuye, y siempre contribuirá, a la armonía y desarrollo de toda sociedad: la estructura de una sociedad depende de la estructura de la familia y de las relaciones que se cultivan en ella”.


Pero, si la familia como agrupación, no tiene la calidad adecuada, ¿Qué esperamos de la sociedad?. El problema de la mala convivencia humana, tiene mucho que ver con la forma cómo los seres humanos han sido engendrados, criados y educados. Todos estos elementos son los que contribuyen a la conformación de la conducta humana y se ven reflejados en el grupo social al que pertenece el individuo.


Además del ambiente familiar, social y económico, la educación y las experiencias personales pueden tener también, un impacto significativo, debido a que suelen moldear la estructura del temperamento. Por ejemplo: El maltrato, la negligencia parental o de los cuidadores del infante y la ausencia de un vínculo afectivo sano son los primeros condicionantes del comportamiento.


Como vemos, todo gira alrededor del núcleo familiar en los comienzos de toda vida humana.


A fin de cobrar consciencia de lo que el maltrato puede hacer, revisemos los estudios que relacionan la delincuencia con el maltrato infantil.


Según un estudio publicado en la edición de marzo 2019 del American Journal of Public Health (AJPH), la mitad de los 41,000 reclusos de Canadá fueron abusados o maltratados cuando eran niños. El estudio fue realizado por un equipo de investigadores de la Universidad McMaster que analizaron datos de 30 años de investigación sobre reclusos canadienses.